La Voz del Interior – 24-11-02
(enviado especial a Santiago del Estero)
Cristina Flores todavía le cuesta dormir en su pabellón del Instituto Penal de Mujeres de Santiago del Estero. Padece ataques pasajeros de depresión, tiene vivo el recuerdo de cuando vio ascender por sus piernas las escamas de una repentina psoriasis, sufre por no poder estar con su única hija y porque cree que todos los santiagueños están convencidos de que ella está presa por traidora, por desleal y por una vanidad sin barreras que la llevó a exigir zapatos, vestidos y regalos a cada mujer que pasó por su despacho de diputada.Cristina Flores está en la cárcel desde el 21 de agosto. Ese día se entregó a los jueces santiagueños. Durante más de ocho meses, desde diciembre del año pasado, vivió como una prófuga y se convirtió en la santiagueña más buscada del país, con pedidos de captura ante Interpol y el FBI.
En aquellos días, se decía que cualquier jefe policial o sabueso de la Secretaría de Informaciones (encargada del espionaje) habría dado un dedo de la mano por poder ofrecer su captura como una ofrenda al pie de los monarcas políticos de la provincia: Carlos “Tata” Juárez, el caudillo cinco veces gobernador, y su esposa Mercedes “Nina” Aragonés, vicegobernadora y jefa de la temida Rama Femenina del peronismo. ¿Qué terrible pecado cometió Cristina Flores? ¿Asesinó a alguien? ¿Cómo pasó de ser la segunda mujer más poderosa de la política local a encargarse de la limpieza de la capilla y la vajilla de la cárcel de mujeres santiagueña? ¿Cómo fue que llegó a la durísima situación actual, en la que denuncia haber sido torturada en la prisión por un funcionario del juarismo?
(enviado especial a Santiago del Estero)
Cristina Flores todavía le cuesta dormir en su pabellón del Instituto Penal de Mujeres de Santiago del Estero. Padece ataques pasajeros de depresión, tiene vivo el recuerdo de cuando vio ascender por sus piernas las escamas de una repentina psoriasis, sufre por no poder estar con su única hija y porque cree que todos los santiagueños están convencidos de que ella está presa por traidora, por desleal y por una vanidad sin barreras que la llevó a exigir zapatos, vestidos y regalos a cada mujer que pasó por su despacho de diputada.Cristina Flores está en la cárcel desde el 21 de agosto. Ese día se entregó a los jueces santiagueños. Durante más de ocho meses, desde diciembre del año pasado, vivió como una prófuga y se convirtió en la santiagueña más buscada del país, con pedidos de captura ante Interpol y el FBI.
En aquellos días, se decía que cualquier jefe policial o sabueso de la Secretaría de Informaciones (encargada del espionaje) habría dado un dedo de la mano por poder ofrecer su captura como una ofrenda al pie de los monarcas políticos de la provincia: Carlos “Tata” Juárez, el caudillo cinco veces gobernador, y su esposa Mercedes “Nina” Aragonés, vicegobernadora y jefa de la temida Rama Femenina del peronismo. ¿Qué terrible pecado cometió Cristina Flores? ¿Asesinó a alguien? ¿Cómo pasó de ser la segunda mujer más poderosa de la política local a encargarse de la limpieza de la capilla y la vajilla de la cárcel de mujeres santiagueña? ¿Cómo fue que llegó a la durísima situación actual, en la que denuncia haber sido torturada en la prisión por un funcionario del juarismo?
La leyenda de Cristina
En una provincia prolífica en leyendas políticas, la leyenda de Cristina Flores nunca pasó inadvertida. Nacida en la capital santiagueña hace 47 años, hija única, morocha, de baja estatura, por toda la provincia corrió la historia de que ella llegó a triunfar en la política luego de haber sido mucama y secretaria personal del matrimonio Juárez, que la habría considerado poco menos que como una hija. La hija que nunca pudieron tener. En la entrevista exclusiva que, por escrito, contestó desde la cárcel para La Voz del Interior (ver “Soy una presa...”), Cristina negó ese supuesto origen de escobas y repasadores. Afirmó que nunca vivió una situación difícil como para necesitar trabajar de mucama. Que siempre tuvo “las comodidades normales de una familia común, sin jamás sufrir padecimientos económicos”. Que para conocer el confort, no necesitó de la política. Recordó también que su padre fue diputado provincial y convencional constituyente por el peronismo en 1950. Y reconoció, eso sí, que toda su carrera política se la debe al matrimonio Juárez. De la mano de Nina, Cristina fue subiendo escalones en la política santiagueña hasta convertirse en su dirigente más cercana. Se la consideraba su mano derecha en los asuntos relacionados con la vida interna de la Rama Femenina. Para llegar hasta Nina, había que pasar primero por ella, quien era como el termómetro del humor de la vicegobernadora. Si Cristina estornudaba, todas las demás dirigentes de la Rama corrían a comprar pañuelos para la señora Nina.
A fines del año pasado, todo cambió. Los Júarez, después de renunciar a la gobernación, él, y a la vicegobernación, ella, se fueron a ocupar cargos en el Congreso de la Nación. Cristina Flores fue acusada de haberse plegado a la idea de gobernar la provincia prescindiendo de la pareja de caudillos.
Cuando trascendió el complot, los Juárez volvieron a renunciar a sus cargos y regresaron a Santiago del Estero. Cristina Flores se transformó automáticamente en mala palabra. Maestras, juezas, policías, encargadas de unidades básicas, comenzaron a recibir la orden de presentar denuncias judiciales contra ella. Les dijeron también que no le dirigieran más la palabra. Que la ignoraran, le esquivaran el saludo y hasta la escupieran si la cruzaban en la calle, como denunció después una empleada de los tribunales a la que echaron del trabajo por negarse a inventar una causa para acusar a Flores.Las 17 denuncias se fueron presentando en distintos tribunales. “Una farsa total”, dijo a este diario su abogado defensor, Domingo Cavallotti. “Todas las denuncias eran iguales, fotocopiadas, con puntos suspensivos en los lugares en que cada mujer debía poner sus datos y mencionar el regalo que supuestamente mi clienta les había pedido”. La acusación elegida casualmente por todas las denunciantes, también casualmente al mismo tiempo, pese a que eran hechos ocurridos años atrás, fue que Flores les había exigido regalos a cambio de la realización de trámites.
Torturas
Cuando no había cumplido un mes de cárcel, el 19 de setiembre, Flores recibió la visita del secretario de Seguridad, Jorge D’Amico. Las visitas, más de 20 en total, se hicieron habituales y rompieron los nervios de Flores hasta el punto que decidió denunciarlo por torturas.El ex mayor del Ejército D’Amico es mencionado por organizaciones de derechos humanos por la actuación que habría tenido durante la dictadura. Flores lo acusa de que se presentaba en la cárcel fuera del horario de visitas, la sacaba de su pabellón y con “hostilidad profesional” y de manera sistemática, la maltrataba duramente, aunque sin llegar a lo físico. Según su denuncia, entre gritos y maltratos, D’Amico alternaba amenazas, presiones, preguntas intimidatorias que le destrozaron la psiquis y su voluntad. Le decía que no vería nunca más a su hija, y luego le prometía una rápida libertad. Con paso castrense, habría caminado dando vueltas a su alrededor, mirándola y en completo silencio, mientras ella temblaba. Le pedía que cambiara sus declaraciones judiciales y, en ese estado de “manipulación psicológica”, la habría obligado a nombrar a un abogado más del agrado del Gobierno.
Esa mecánica tortuosa, dice Flores, la “quebró” y le provocó la aparición de psoriasis (constatada por un perito judicial), insomnios, depresión y gastritis. Además, le prohibieron elegir las visitas y hasta hoy sólo la pueden ver miembros de su ex familia política, aunque hace tiempo que está divorciada. Pese a las numerosas llamadas realizadas a su secretaria, D’Amico no pudo ser localizado por este diario.
Esa mecánica tortuosa, dice Flores, la “quebró” y le provocó la aparición de psoriasis (constatada por un perito judicial), insomnios, depresión y gastritis. Además, le prohibieron elegir las visitas y hasta hoy sólo la pueden ver miembros de su ex familia política, aunque hace tiempo que está divorciada. Pese a las numerosas llamadas realizadas a su secretaria, D’Amico no pudo ser localizado por este diario.
El defensor de Flores ya cuenta con cuatro testimonios de mujeres que fueron echadas de sus trabajos por haberse negado a denunciar a Cristina Flores. “Es una cautiva política”, dice Cavallotti, quien no se atreve a afirmar que el matrimonio gubernamental esté detrás de la detención. Cristina Flores tampoco puede saberlo.
El único mensaje del Gobierno que recibió en los últimos meses fueron las visitas de D’Amico.
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